jueves, 26 de septiembre de 2013

Hoy por tí mañana por mí

Video montaje sobre la historia "Hoy por tí mañana por mí" de MALT, dedicada a los voluntarios y a los donantes de órganos. Narrada por Tiny Gragera en su programa El Asfalto de Radio Unión Catalunya.
MALT




Malt Luengo Tarrero

Con esta historia me gustaría concienciar a la gente, sobre la importancia y el valor social que tiene el trabajo de los voluntarios y la misión de los donantes de órganos. Dos acciones, cargadas de humanidad y solidaridad, y que son muy demandadas en la sociedad. 

 HOY POR TI MAÑANA POR MI 
(Esta historia es ficticia, inventada por su autor. Cualquier similitud con un caso real es pura coincidencia)

Manu tenía 20 años cuando le dectectaron un fallo en el corazón. Durante muchos años estuvo en tratamiento, mas con las medicinas y terapias, pudieron estabilizar su problema. Ya lleva 5 años realizando trabajos voluntarios, usando su tiempo libre para ayudar a otros discapacitados físicos que no pueden valerse por si mismos, personas dependientes de la ayuda de los demás, una valiosa ayuda que no siempre se consigue, pero que gracias al voluntariado, esas personas que sienten la necesidad de ayudar a los menos favorecidos, sin pedir nada a cambio que no sea su propia satisfacción por estar desarrollando una labor humana y solidaria; gracias a ellos, los discapacitados pueden hacer su vida mas amena y algo mas digna.

Una mañana, Manu se presentó en la residencia de cuidados sanitarios que le había sido encomendada. Llegó a recepción y con una gran sonrisa entre sus labios le dice a la emfermera que estaba sentada detrás del mostrador: 
- Buenos días hermana, soy Manu, creo que me están esperando, bueno, ¿En qué puedo servirles? La enfermera contagiada por esa agradable sonrisa del joven, con otra gran sonrisa le dice: 
- ¡Ah, el señor Manu! Muy bien hombre… A ver, en la habitación 15 tenemos a Lucia, y es a ella a quien tienes que prestar tus servicios. 

La enfermera le informó sobre el problema de Lucia. Una joven, mas o menos de la edad de Manu, y paraplégica, debido a una enfermedad del sistema medular, produciendo una parálisis irreversible y de caracter progresivo en el cuerpo de la joven y que poco a poco van imovilizando su sistema muscular. 

Lucía ya no puede mover las piernas. Los brazos los mueve con mucha dificultad. Ha perdido visibilidad y audicción. Su voz es lenta y suave, sus grandes ojos negros delatan de haber sido una joven muy activa, pero ahora postrada en su cama, tiene mas de planta que de persona. 

Manu y Lucia se saludan, conversan, se van conociendo poco a poco. Parece que los dos se entiende, se crea una buena relación. Manu decide sacar a Lucía en la silla de ruedas al jardín de la residencia, o como él dice,: “Venga mujer, vamos que nos de el aire”. Ya en el jardín Manu le va contado a Lucía su vida y su trabajo como voluntario. Lucía escucha alegre y se siente segura con su compañía. Al cabo de un par de horas, vuelven a la habitación. Lucía vuelve a su cama y Manu, Ya despidiéndose le dice:
-Tú Lucía, sonríe y no te preocupes, mientras yo esté vivo, mi cuerpo será tu cuerpo. 

Los días iban pasando y Manu, cada tarde acudía a prestar sus servicios a Lucía, sacándole de la residencia, deambulando por la ciudad, o disfrutando de la paz de los parques. Lucía, a pesar de su enfermedad, se sentía feliz y con ganas de vivir. Cada vez que volvían a la habitación, Manu se despedía siempre con una frase que a Lucía le colmaba de ánimos para seguir luchando: “Tú Lucía sonríe, no te preocupes, mientras yo esté vivo, mis piernas serán tus piernas”… “Mientras yo esté vivo, mis brazos serán tus brazos”…”Mis ojos serán tus ojos”… Y así todos los días. 

Pero una mañana Manu salió de casa para hacer unas compras, y estando en la tienda, se empezó a sentir mal. Un dolor en el pecho, perdida de fuerzas y problemas respiratorios, fueron los primeros sintomas del mal funcionamiento de su corazón, y perdiendo el conocimiento cayó al suelo. 

Cuando Manu despertó, no sabía donde estaba, no comprendía que le pasaba, se hayaban débil, perdido, en la habitación de un hospital y enganchado a una infinidad de cables. Cuando fue tomando conciencia de la situación se dío cuenta que su corazón no funcionaba bien, y estaba enganchado a una gran máquina que cumplía la función que su corazón ya no podía cumplir. 

Pero Manu entonces se acordó de Lucía y de repente sentía mas esa ausencia que su propio problema. Solo pensaba en ella. Intentó que las enfermeras le dieran un teléfono para llamar a Lucía, pero en su estado se lo desaconsejaron. 

Fueron pasando los días y Manu seguía enganchado a esa máquina que le mantenía en vida y en lista de espera, para ver si algún donante pudiera darle ese corazón que tanto anhelaba. 

Tres meses después, llegó la noticia esperada, Manu tenía su corazón. La operación salió bien, su cuerpo aceptó al órgano donado. Dentro de su pecho, volvía a latir la vida y ahora mejor que nunca, con mas fuerza y vitalidad. Pasaron unas semanas y Manu recibía el alta médica, estaba fuera de peligro, podía hacer una vida normal y a demás él se sentía fuerte y lleno de ganas de vivir y volver a retomar su querida actividad de voluntario.
Manu salió del hospital y lo primero que hizo fue ir a la residencia de Lucía, estaba rebosando de ilusión y ganas de ver nuevamente a la joven. Entró en la residencia y por las escaleras subió corriendo hasta el piso donde se encontraba ella. Corrió por el pasillo y llegó a la habitación 15, entró y dirigiéndose a la cama exclamaba: “Lucía ya estoy…” Pero de repente se hizo un silencio frío e incomprensible, La mujer que había en la cama le miraba sorprendida, y él sin entender nada, igualmente miraba a esa mujer que no era Lucía.
Andando hacía atras, en silencio, sin quitar el ojo a la mujer, salía de la habitación y dándose media vuelta echó nuevamente a correr hasta llegar a la recepción. 
-¡Hermana, hermana! ¿En qué habitación está Lucía? Le decía nervioso a la enfermera. La enfermera que le reconoció, salió de detrás del mostrador, agarró sus manos y apretándolas entre las suyas le dice: 
- Manu hijo, Lucía ya no está. Hace ya unos tres meses que falleció. Mané se quedó helando, no se lo podía creer, no lo aceptaba. La enfermara sacó una cuartilla doblada por la mitad y le dice:
- Mira, antes de morir, nos pidió que te escribiéramos unas letras, por si algún día aparecías por aquí. 

La enfemera le paso el papel, con ansiedad, abríó el papel y enpezó a leer. De repente, se sentó en la silla que tenía detrás, las lágrimas le brotaban de sus ojos y caían sobre el papel, mojando las letras que acababa de leer. La enfermera, pensó que lo mejor era dejarle solo, le secó sus lágrimas y se volvió a sentar detrás del mostrador. Manu volvía a abrir el papel y volvía a leer nuevamente mientras se secaba sus húmedos ojos. Luego, se puso una mano en el pecho, como agarrando su corazón, y volviendo a leer, una gran sonrisa apareció en su rostro, mientras leía: 
“Tu Manu sonríe, no te preocupes, mienstras tú estés con vida yo seré tú corazón” 

 ©MALT


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