Montaje audiovisual sobre la historia de MALT: "Cosas de la Noche", Narrada por Tiny Gragera en su programa El Asfalto de Radio Unión Catalunya.
Sara estaba esperando, sentada en el poyo al lado de su puerta, y mientras escuchaba el canto nocturno de los grillos, observaba el cielo oscuro cuajado de estrellas. Al bajar la vista del firmamento miraba impaciente a la izquierda y a la derecha de la calle. A las gentes que pasaban por su calle, al llegar a su puerta, impaciente les preguntaba a todos los mismo:
“¿ Ha visto usted a mi abuela ?”
Pero nadie le daba la respuesta que ella deseaba.
Entonces pasó un señor mayor vestido de negro, con el pelo bajo una boina y con una cayada en su mano, y le hizo la misma pregunta. El anciano miró a la niña y volviendo la vista hacía atrás, dice sonriente:
“Si mira, creo que por allí viene”.
Sara miró donde el hombre le indicaba. Las farolas iluminaban tenuemente la oscuridad de la calle, y al mirar al fondo, vió a una mujer mayor que se acercaba andando en su dirercción.
Sara salió corriendo hasta llegar a su abuela y ya cerca de ella, de un salto se le echó encima. La abuela le cogío en vuelo abriendo los brazos y aprentándole contra su cuerpo le daba unos besos en los mofletes.
Luego Sara, agarrándole de la mano, le dice:
“¡Pensé que esta noche no vendrías, venga, vamos rápido que te enseñe mis dibujos!”
Sará agarrando la mano de su abuela, le empujaba, y le hacía acelerar el paso. La abuela ante los tirones de la nieta, intentaba con todas sus fuerzas mantener el equilibrio al andar.
Al llegar a casa, se sentaron en el poyo de la puerta y Sara abriendo su bloc de dibujo le empezó a enseñar a su abuela los dibujos que había hecho:
“Mira este es de cuando me llevabas al parque y me empujabas en el culumpio” “¡Oh, qué bonito, que bien te ha salido!”
Le decía la abuela, mientras contempleba el dibujo.
“Y este es de cuando me peinabas y no eras capaz de hacerme bien las trenzas, que te salían todas chuchurrías, jajaja…”
Le explicaba sonriente la niña, mientras le enseñaba el dibujo.”
La abuela miraba los dibujos con una gran sonrisa, mientras todo lo que salía de su boca solo eran elogios al hermoso trabajo artístico de su nieta.
“Y este es de un bebé en la cuna, es para tí y para el abuelo, el bebé soy yo… Y este es de cuando íbamos al río y me enseñabas a nadar…”
Le seguía enseñado dibujos y explicando su contenido.
“Y este es de cuando le llevábamos las flores a la tumba del abuelito, que yo nunca conocí”
Luengo pasando las páginas rapidamente buscaba otro mientras decía:
“¿Dónde está ahora?”
La abuela en silencio le miraba y sonreía.
“¡Ah, aquí está!… Este es de cuando estabas en el hospital malita y yo me sentaba contigo en la cama y tú me contabas cuentos y cosas, y…”
En esos momentos se oye la voz de su madre:
“¡ Saraaa, saritaaaa…”
Ella cierra el blog y rápidamente se abraza a su abuela.
“Mi madre, ya viene mi madre, no, no quiero…”
La abuela le abraza, le besa y apartando los cabellos de su cara, le dice:
“Claro, es que ya es casi de día y tienes que ir a la escuela? Pero no te preocupes, tú ya sabes donde encontrarme, aquí estaré siempre que quieras verme”.
La niña se abraza a su abuela, cierra sus ojos y sigue oyendo la voz de su madre, que cada vez se hace mas cercana y mas suave:
“Venga Sarita, vamos, despierta, que ya es la hora. Venga levántante no sea que llegues tarde a clase.”
Sara despierta abrazada a la almohada, con dificultad abre los ojos, y a dos velas, dice con la voz perdida:
“Abuela…”
Su madre sin entender lo que ha dicho mientras le prepara la ropa, ve los dibujos tirados por el suelo, junto a la cama:
“Te he dicho que no te pongas a dibujar cuando te acuestas, que luego te echas muy tarde a dormir y se te pegan las sábanas.”
Sara al oir eso se incorpora rápido, baja de la cama y empieza a recoger los dibujos esparramados por el suelo. Cuando los tiene recogidos se da cuenta que le falta uno, empieza a buscar debajo de la cama y entre las sábanas, pero no le encuentra.
“¿Mama has cogido tú mi dibujo de cuando yo era bebé y estaba en la cuna y…?”
Mientras la madre negaba haber sido ella quien le cogió, Sara, pensó en su abuela, y sonriente miró a la madre diciendo:
“¡Ah, ya se dónde está…!”
La madre sin darle importancia a lo que la niña decía, le repetía:
“Venga rápido, apura, que vas a llegar tarde a clase”
Sara salió de casa agarrada de la mano de su madre, y según caminaban por la calle, se cruzaron con un hombre mayor, vestido de negro, con el pelo bajo una negra boina y con una cayada en su mano, y sin decirse nada, y sin dejar de andar Sara y el hombre se miranba a los ojos. El hombre le guiñó un ojo y sonrió. Sara silenciosa, dibujó una sonrisa en su cara y colocando bien la mochila de la escuela sobre sus espaldas, seguía caminando agarrada de la mano de su madre, y depronto volviendo la cabeza y dirigiéndose al señor mayor gritó:
“¡ Graaaaaciaaaasss...!”
La madre miró para atrás, pero al no ver a nadie en la calle y sin saber de que iba la cosa, le da un tirón con la mano y le dice:
“¡Anda déjate de tonterías y agila!”
©MALT
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